Pienso que es necesario hacer patente una situación que muy pocas veces visibilizan los docentes: las metas pragmáticas, la frustración necesaria y los sueños tan altos como lo queramos. Y es que, lamentablemente se asume de forma muy individualista que la construcción del conocimiento es esta clase de receta de cocina donde todo tiene su proporción y tras seguir las instrucciones las respuestas a los problemas (cotidianos o laborales) saldrán humeantes y exquisitas de ese horno maravilloso que es la mente transformadora.
Sin embargo, querer asumir eso es dejar de lado la naturaleza práctica y social del conocimiento, en general como humanos a pesar de nuestra disposición a la disciplina, nuestra capacidad ante el orden es una expectativa muy propia que depende de la cultura, el entorno político-social y nuestro advenimiento familiar, el que nos habrá brindado de herramientas para aprender y dejar aprendizajes. Es por eso que me sentí muy identificado con la pirámide de Kirkpatrick, quizá carece completamente de las presiones exteriores que se ejercen sobre el individuo ante su recorrido por el conocimiento, sin embargo, es la forma más práctica de comprender que mientras más seguros estamos de tener la respuesta, mayor será la dificultad para llegar a ella.
