Hace cinco años, en mi entorno laboral, el dominio técnico de herramientas específicas (como ciertos programas de ofimática o plataformas educativas fijas) era considerado una habilidad central. Hoy en día, si bien sigue siendo importante, estas herramientas cambian tan rápido que lo fundamental ya no es conocer una en particular, sino tener la capacidad de aprender de forma ágil y constante.
En el sector educativo, donde me desempeño, los cambios son cada vez más acelerados. La tecnología ya no es un complemento, sino una parte integral de la práctica docente. Pero más allá de la tecnología, están cambiando las formas de enseñar y aprender: se valoran más las metodologías activas, el desarrollo de habilidades blandas y la personalización del aprendizaje.
Creo que un punto clave de estudio hoy es el pensamiento crítico y adaptativo, tanto para docentes como para estudiantes. Saber cuestionar, aprender por cuenta propia, colaborar, gestionar emociones y adaptarse al cambio son habilidades que trascienden cualquier herramienta o plataforma. En mi caso, también estoy enfocada en incorporar conocimientos del mundo IT, como la programación, porque entiendo que cada vez más profesiones van a requerir una comprensión básica de lo digital.
Asumir un rol proactivo en mi propio desarrollo es parte de mi compromiso con esta transformación.
