Hubo un momento en el que tuve que crear una nueva función o fórmula para un cliente que no me pagaría hasta que el sistema estuviera completado e implementado. Inicialmente, me sentí abrumada por la tarea. Pasé los primeros días procrastinando, convencida de que estaba "pensando en cómo hacerlo" cuando en realidad estaba evitando ponerme a trabajar. La presión por encontrar la solución perfecta me generaba estrés, y no lograba dar el primer paso.
Sin embargo, un día, tuve una idea brillante que parecía resolver el problema. Decidí sentarme a trabajar en ella y pasé toda la tarde ejecutando la idea. Para mi sorpresa, la solución fue mucho más sencilla de lo que había imaginado. En lugar de ser un proceso largo y complicado, la tarea se resolvió rápidamente una vez que comencé.
Lección aprendida: La lección clave fue que muchas veces, el estrés y la procrastinación surgen por la sobrecarga mental de intentar encontrar una solución perfecta desde el principio. Al comenzar sin esperar que todo fuera perfecto, pude ver que la tarea no era tan compleja como parecía, y pude avanzar de manera mucho más efectiva. La experiencia me enseñó que, a menudo, el primer paso es lo más difícil, y una vez que lo damos, las soluciones tienden a aparecer de manera más clara.