Una situación de aprendizaje que podría haber causado estrés podría ser, por ejemplo, cuando me enfrenté a un proyecto con una fecha límite ajustada, muchas variables desconocidas y una gran cantidad de información que procesar. A medida que la fecha límite se acercaba, el estrés aumentaba, lo que me dificultaba concentrarme y encontrar soluciones efectivas. El miedo a no cumplir con las expectativas me dejó atrapado en la zona de estrés, bloqueando mi capacidad de pensar con claridad y hacer avances significativos en el proyecto.
Lo que me dejó atrapado en la zona de estrés fue principalmente la autoexigencia excesiva y el miedo al fracaso. Esto me llevó a paralizarme, en lugar de avanzar de manera organizada.
3 actitudes diferentes para la próxima vez:
Desglosar el problema en pasos pequeños y manejables: En lugar de mirar el proyecto como un todo abrumador, dividirlo en tareas más pequeñas y alcanzables. Esto ayudará a evitar la sensación de estar sobrecargado y permitirá avanzar con más confianza.
Practicar la autoreflexión y el autocuidado: Tomarme momentos breves para reflexionar sobre mi progreso y practicar técnicas de relajación o respiración para reducir la ansiedad. Esto me permitirá mantenerme enfocado y calmo ante situaciones de presión.
Aceptar la imperfección y aprender de los errores: Entender que el proceso de aprendizaje incluye cometer errores y que estos pueden ser oportunidades para mejorar. En lugar de temer al fracaso, ver cada error como una lección y continuar avanzando sin quedarme atrapado en el miedo.