Una de las situaciones de aprendizaje en las que me resultó difícil salir de la zona de estrés fue cuando inicié con la programación. Me sentí atrapada porque no lograba entender la lógica con facilidad, me frustraba no cumplir los horarios que yo misma me había fijado y, además, me invadían pensamientos de autoexigencia como “no sirvo para esto” o “me va a costar demasiado”. Esto me mantuvo en tensión, más enfocada en el miedo al fracaso que en el proceso de aprender. Para que en una próxima ocasión no ocurra lo mismo, puedo asumir tres actitudes diferentes: primero, dividir el aprendizaje en pasos pequeños y alcanzables para evitar sentirme abrumada; segundo, aceptar que no entender a la primera es parte natural del proceso y que equivocarme no significa fracasar; y tercero, cambiar de estrategia cuando aparezca el bloqueo, ya sea explicándome el tema en voz alta o buscando un ejemplo práctico que me permita comprenderlo mejor
