Salir de la zona de confort nunca ha sido fácil, menos para alguien como yo, que ya vive en la incomodidad por defecto. Pero entendí que aprender algo nuevo exige arriesgar, tropezar y seguir. Esta clase me ayudó a ver que no basta con aguantar; también hay que encontrar un propósito. El ikigai, mi estilo de aprendizaje y tener claro por qué quiero aprender son mi impulso. Aunque el miedo y el estrés estén ahí, lo que me sostiene es saber que crecer duele, pero también transforma.