Para lograr un mejor enfoque, es esencial aprender a gestionar nuestra atención en lugar de dejar que se disperse. El primer paso es establecer metas claras y dividirlas en tareas alcanzables, permitiendo que cada acción se convierta en un pequeño paso hacia el objetivo. La clave radica en eliminar distracciones, crear un ambiente propicio para la concentración y, sobre todo, practicar la paciencia. Con constancia y disciplina, el enfoque no solo mejora, sino que se convierte en una herramienta poderosa que transforma la ambición en realidad.