Mi opinión personal es que la idea de los 21 días como el período mágico para formar un nuevo hábito es intrigante pero probablemente simplista. Si bien es cierto que la repetición y la consistencia son fundamentales para establecer hábitos, la experiencia y la investigación han demostrado que el tiempo necesario puede variar significativamente entre las personas y los tipos de hábitos que se intentan desarrollar.
Creo que es importante entender que formar un hábito no es solo una cuestión de contar días, sino de compromiso, motivación y adaptación continua. Algunos hábitos pueden arraigarse más rápidamente, especialmente si están alineados con nuestros valores y metas personales, mientras que otros pueden requerir más tiempo y esfuerzo para integrarse completamente en nuestra vida diaria.
En lugar de enfocarme estrictamente en un número de días específico, prefiero adoptar un enfoque flexible y centrado en el proceso. Celebrar cada pequeño avance y aprender de los momentos en los que pueda haber retrocesos es crucial para mantener la motivación y la perseverancia a lo largo del camino hacia el cambio positivo y la mejora personal.