Lo que más me quedó del estudio de Philippa Lally es que los hábitos no nacen de un impulso ni se afirman en tres semanas, como dicen por ahí. Se construyen con repetición, constancia y paciencia. Y eso me hace sentido: yo no tengo tiempo para milagros, pero sí puedo poner un ladrillo cada día. Aprendí que no se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo todos los días, aunque sea poco. Porque lo que suma no es la velocidad, sino la dirección y el compromiso.