Algo que me llamó mucho la atención es que, según un estudio de Phillippa Lally, formar un hábito no toma 21 días como muchos dicen, sino en promedio 66 días. Eso me hizo pensar en todas las veces que he intentado cambiar algo en mi rutina y me he desesperado porque no veía resultados rápidos.
Entender que los hábitos se forman con repetición y consistencia en un mismo contexto me ayuda a ser más paciente conmigo mismo. A veces siento que si fallo un día ya arruiné todo, pero en realidad lo importante es no rendirse y volver a intentarlo.
También me pareció muy valioso saber que perder una vez la oportunidad de practicar el hábito no arruina el proceso. Eso me quita un poco de presión y me motiva a seguir aunque no todo salga perfecto.
Creo que a partir de ahora voy a ser más intencional con las pequeñas cosas que quiero mejorar en mi día a día, como organizar mejor mi tiempo para estudiar o tener un espacio fijo para aprender sin distracciones.
Formar un nuevo hábito no borra los viejos de golpe, pero sí puede volverse una influencia más fuerte si lo hacemos con intención.