Algo que me llamó mucho la atención es que formar un hábito no es algo que pasa rápido. Siempre escuché eso de los 21 días, pero ahora entendí que en realidad se necesitan, en promedio, 66 días para que una acción se vuelva automática. O sea, para que se vuelva parte de tu rutina sin pensarlo tanto.
Esto me hizo pensar en las veces que intenté empezar algo nuevo, como estudiar, hacer ejercicio o leer más, y al fallar uno o dos días, sentí que ya no tenía sentido seguir. Pero según este estudio, perder un día no afecta tanto si uno se mantiene constante. Lo que realmente importa es no rendirse.
Lo que me quedó claro es que si quiero crear un hábito, necesito tener claro qué quiero lograr, repetirlo en un mismo contexto y seguir haciéndolo, aunque no todos los días salgan perfectos. Al final, los hábitos se construyen con constancia, no con prisa.