La teoría de los 66 días, propuesta por investigadores del University College London, sugiere que formar un hábito sólido requiere un promedio de 66 días de práctica constante. Esto significa que, al repetir una actividad diariamente durante ese período, se puede convertir en una acción automática, como cepillarse los dientes o hacer ejercicio. Sin embargo, este tiempo puede variar según la complejidad del hábito y la persona; algunos hábitos más simples pueden consolidarse en menos tiempo, mientras que otros más complejos podrían tardar más. La clave radica en la consistencia y la perseverancia, superando los momentos iniciales de resistencia.