Una de las barreras que más me incomoda es el miedo al cambio. Siempre me ha dado temor empezar algo nuevo y no lograrlo. Toda mi vida le he corrido a la idea de salir de lo que conozco, de lo que me parece seguro. Esta barrera suele aparecer cada vez que se presenta una oportunidad que me saca de mi zona de confort, como un nuevo reto profesional o personal. En esos momentos, mi primera reacción es dudar de mí misma y pensar que no voy a poder.
La segunda barrera es la inseguridad frente al fracaso. Me cuesta mucho enfrentarme a algo sin tener la certeza de que saldrá bien. Esto ocurre especialmente cuando estoy aprendiendo algo desde cero. Me frustra no entenderlo de inmediato, y eso me hace querer rendirme. Sin embargo, este año he decidido cambiar el juego: me estoy enfrentando intencionalmente a lo que me incomoda, recordándome que el crecimiento solo ocurre cuando aceptamos la incomodidad como parte del proceso.