Las creencias que nos limitan… y cómo podemos cambiarlas
En una etapa importante de mi vida, cuando aún estaba en el liceo, un inspector me dijo algo que se me quedó grabado por años:
“Tú vas a terminar limpiando calles.”
Quiero aclarar que no desmerezco ese trabajo, porque toda labor honesta es digna. Pero en ese momento, lo sentí como una sentencia. Como si esa persona me estuviera diciendo: no vas a lograr nada más, no esperes mucho de ti.
Sin querer, esa frase se convirtió en una creencia. Una idea que se instaló en mi mente y empezó a influir en cómo me veía, en cuánto confiaba en mí, y en qué tan alto me atrevía a apuntar.
¿Qué aprendí con el tiempo?
Aprendí que muchas de nuestras acciones —o nuestra falta de acción— vienen de esas creencias que adoptamos sin cuestionarlas. A veces, basta una frase mal dicha, un juicio externo o una experiencia difícil para sembrar una idea que limita todo nuestro potencial.
Pero también entendí que esas creencias no son verdades absolutas. Son ideas, y como ideas, se pueden cambiar.
Hoy decido reemplazar esa frase por una nueva creencia:
“Puedo aprender, avanzar y construir la vida que elija, con esfuerzo y determinación.”
En este momento…
Estoy estudiando programación. Estoy construyendo nuevos hábitos. Estoy creyendo, ahora sí, en mi capacidad de crecer.
No es fácil, porque esas viejas creencias aparecen de vez en cuando. Pero ahora las reconozco y elijo no alimentarlas.
Para cerrar
Las creencias son como imanes: si creemos que no podemos, veremos el mundo lleno de obstáculos.
Pero si empezamos a creer que sí podemos, que somos capaces, que somos valiosos, empezaremos a ver caminos donde antes solo veíamos muros.