Situación de aprendizaje:
Recuerdo una experiencia en la universidad cuando tuve que desarrollar una calculadora en ensamblador como parte de un proyecto. Aunque había aprendido los conceptos básicos del lenguaje, nunca lo había aplicado en un proyecto tan complejo. Desde el inicio, me enfrenté a dificultades para entender cómo manejar registros, saltos y las operaciones básicas en un lenguaje tan de bajo nivel. Esto me llevó a entrar en la zona de estrés, ya que no lograba avanzar y sentía que el tiempo se agotaba.
Qué me dejó atrapado en la zona de estrés:
Falta de comprensión del lenguaje: Mi conocimiento práctico de ensamblador era muy limitado, y no sabía cómo aplicar lo que había aprendido en clase.
No pedir ayuda a tiempo: Pasé horas intentando resolver problemas solo, cuando podría haber consultado a mis compañeros o al profesor.
Miedo al error: Me bloqueaba tratando de evitar equivocaciones, lo que me llevó a avanzar muy lentamente.
3 actitudes diferentes para la próxima vez:
Dividir el problema en partes más pequeñas: En lugar de abordar todo el proyecto de una vez, puedo desglosarlo en pasos simples, como primero entender cómo sumar números en ensamblador y luego avanzar hacia funciones más complejas.
Buscar apoyo temprano: Preguntar a profesores, compañeros o incluso buscar tutoriales en línea para despejar dudas antes de que se acumulen.
Aceptar que el error es parte del aprendizaje: Ver los errores como una oportunidad para mejorar y no como un obstáculo insuperable.
Al final, logré completar la calculadora, y esa experiencia me enseñó mucho sobre la importancia de la paciencia, la planificación y el aprendizaje colaborativo. Ahora sé que incluso los desafíos más difíciles se pueden superar con una estrategia adecuada.