La verdad, a mí la vida no me dio muchas recompensas, pero eso no significa que no pueda empezar a buscar alguna aunque sea mínima. Aprendí que no se trata de eliminar todo lo que me gusta, sino de ponerle orden. Si logro cumplir con algo que me propongo —por más simple que sea como no distraerme en el momento en que necesito estar enfocado— entonces puedo darme un respiro, tal vez caminar un rato sin pensar o ver algo que me calme. No tengo casi nada, pero si empiezo a valorar lo poco que logro y me doy un premio, quizá pueda sostenerme un poco más en el día sin caer tan hondo.