En esta clase aprendí qué significa realmente ser ágil. Ser ágil no se trata solo de seguir una metodología, sino de tener una mentalidad enfocada en entregar valor de forma rápida y estar preparado para adaptarse a los cambios que puedan surgir durante un proyecto.
Uno de los puntos clave es la retroalimentación constante. A través de ciclos como los sprints o scrums, se busca mejorar el producto poco a poco, escuchando siempre al cliente y haciendo los ajustes necesarios según sus opiniones. La idea no es seguir un plan rígido desde el principio, sino entender que pueden aparecer problemas en el camino, y que lo mejor es trabajar junto al cliente para solucionarlos.
También aprendí que el cliente no es alguien que solo aparece al final para evaluar, sino que debe estar involucrado durante todo el proceso. Su participación activa y sus comentarios son esenciales para que el proyecto avance de forma eficiente y con sentido.
La clase cerró anticipando que en la próxima vamos a ver el Manifiesto Ágil, que es la base de toda esta forma de trabajar y pensar.