Hace cinco años, dominar los medios tradicionales era una habilidad central en la comunicación política y la gestión pública. Saber construir un buen discurso, controlar la narrativa y manejar relaciones con prensa era suficiente para influir. Hoy, ese modelo quedó atrás. El entorno exige algo más complejo: tomar decisiones basadas en datos, leer el pulso digital en tiempo real y conectar con la ciudadanía desde plataformas interactivas. La habilidad clave ya no es solo comunicar, sino medir, interpretar y adaptar, integrando tecnología, narrativa y análisis.
En este nuevo contexto, el mercado laboral —sobre todo en el sector público— está transitando hacia una gestión basada en evidencia, donde perfiles híbridos como el mío cobran relevancia. La frontera entre lo político y lo técnico se está desdibujando. Por eso, estudiar ciencia de datos, inteligencia artificial y gobernanza digital ya no es opcional: es imprescindible para quienes buscamos conectar tecnología con participación ciudadana y generar políticas públicas más inteligentes, abiertas y responsables.