Desde que comencé a practicar el ayuno intermitente, he notado una serie de cambios positivos en mi vida. Al seguir un horario regular de alimentación, siento que mi energía se ha estabilizado a lo largo del día, lo que me permite ser más productiva y concentrarme mejor en mis tareas. Además, mi relación con la comida ha mejorado significativamente; ya no siento la necesidad de picar entre comidas y he logrado mantener un peso saludable sin hacer grandes sacrificios.
Este hábito me ha enseñado a escuchar más a mi cuerpo y a distinguir entre el hambre real y el hambre emocional. Como resultado, he experimentado menos ansiedad y una mayor sensación de control sobre mis hábitos alimenticios y mi bienestar general.