Recuerdo cuando estaba aprendiendo un nuevo idioma y me encontré en una situación de evaluación oral, como un examen de conversación. Me sentí atrapado en la zona de estrés debido a la presión de hablar correctamente, la preocupación por cometer errores y la ansiedad relacionada con el rendimiento. Para superar esa situación y pasar rápidamente a la zona de aprendizaje, decidí cambiar mi perspectiva. En lugar de ver el examen como una prueba de mis habilidades lingüísticas, lo enfoqué como una oportunidad para mejorar. Me concentré en el proceso de aprendizaje en lugar de solo en los resultados, lo que me permitió reducir la presión y enfocarme en mejorar aspectos específicos de mi comunicación.
Además, adopté una actitud de aceptación de errores. Reconocí que cometer errores es parte natural del proceso de aprendizaje y dejé de temerlos. En lugar de ello, los vi como valiosas lecciones que me ayudarían a mejorar. Esta actitud me permitió reducir la ansiedad y concentrarme en aprender de cada experiencia, en lugar de quedar atrapado en la preocupación por no ser perfecto.
También entendí la importancia de la preparación y la práctica constante. Dediqué tiempo regularmente a practicar el idioma, incluyendo situaciones similares a la evaluación oral. Cuanto más me expuse a estas situaciones, más cómodo me sentí en ellas. La preparación me brindó las herramientas necesarias para enfrentar desafíos y superar la ansiedad asociada.
Al adoptar estas actitudes, mejoré mi capacidad para lidiar con situaciones de estrés durante el aprendizaje y las aproveché como oportunidades para crecer y aprender.