Es ese momento de introspección en el que, al hacerme la pregunta clave, puedo ver más allá de las distracciones cotidianas y conectar con lo que realmente importa para mí. Me permite enfocarme, aclarar mis intenciones y tomar decisiones más alineadas con mis valores y objetivos. Es un acto de honestidad conmigo mismo, un recordatorio de que el camino hacia lo que busco comienza en entenderme primero.