Primero, pensé en mi vida espiritual. Me di cuenta de que dedicar unos minutos cada día a la meditación podría ayudarme a encontrar paz y claridad. Así que decidí que cada mañana comenzaría con 10 minutos de silencio.
Luego, me enfoqué en mi salud física y mental. Recordé lo bien que me sentía después de hacer ejercicio. Me comprometí a caminar 30 minutos cada día, disfrutando del aire fresco y desconectándome del estrés.
Al pasar a mi vida financiera, me sentí un poco abrumada. Sin embargo, sabía que crear un presupuesto mensual podría darme control sobre mis gastos. Decidí sentarme cada domingo para revisar mis finanzas y planificar la semana.
Finalmente, al reflexionar sobre mi vida emocional, me di cuenta de que necesitaba espacio para disfrutar de lo que amo. Prometí reservar tiempo cada semana para leer y escuchar música, actividades que siempre me llenaban de alegría.