Una situación de aprendizaje en la que me costó mucho salir de la zona de estrés fue al comenzar la universidad. Adaptarme a la nueva rutina fue todo un desafío: el ritmo de estudio era mucho más exigente que en el colegio, y sentía que, por más que me esforzara, nunca era suficiente.
Además, inevitablemente empecé a compararme con otros compañeros a los que parecía salirles todo más fácil, lo que generaba una sensación constante de frustración e inseguridad. Me atrapó esa presión interna de querer rendir al mismo nivel que los demás, sin darme el tiempo de entender que cada persona tiene su propio proceso y ritmo de aprendizaje.
Esa etapa me dejó como aprendizaje que es importante tener paciencia conmigo misma, confiar en mis capacidades y entender que equivocarse también forma parte del crecimiento. Salir de esa zona de estrés no fue inmediato, pero fue clave para empezar a disfrutar verdaderamente el camino de aprender.