Para mí, el éxito no es un destino fijo ni una meta universal. No se mide solo en logros externos (como títulos, salarios o reconocimiento), sino en la coherencia entre cómo vivo y lo que valoro. Una persona exitosa es aquella que:
Vive con propósito: Sabe por qué hace lo que hace, y sus acciones reflejan sus prioridades.
Aprende constantemente: No teme equivocarse porque cada error es un peldaño. El éxito es mantenerse curioso.
Equilibra ambición y bienestar: Puede perseguir metas audaces sin sacrificar su salud mental o relaciones.
Impacta positivamente: Ya sea en su círculo cercano o a mayor escala, deja algo valioso detrás de sí.
El éxito, entonces, es un estilo de vida, no un trofeo.