He estado reflexionando sobre la idea de que los hábitos no se forman en 21 días como se dice comúnmente, sino que el proceso depende del tipo de hábito, del esfuerzo que implica y de nuestra constancia, tal como plantea el artículo de Hablemos Claro.
Me parece interesante cómo destaca que los hábitos automáticos toman tiempo porque nuestro cerebro necesita repetición para consolidarlos en los circuitos neuronales. En lo personal, he notado que cuando integro pequeñas acciones diarias, como estudiar un poco cada día o dedicarme a un proyecto paso a paso, se vuelve más sencillo mantenerlos, en lugar de intentar un cambio grande de golpe.
Este enfoque me motiva, ya que refuerza que no es un “todo o nada”, sino un proceso gradual que se adapta a nuestro contexto y nivel de compromiso. Lo importante es comenzar y ser constantes, incluso si fallamos algunos días, porque cada repetición suma para construir ese hábito que buscamos.