Según la teoría de los 66 días, se sugiere que este es el tiempo aproximado que puede tomar establecer un hábito nuevo de manera consistente. Esta idea se basa en estudios y observaciones que muestran que, en promedio, las personas pueden necesitar alrededor de dos meses de práctica regular para que un comportamiento se convierta en automático y parte de su rutina diaria.
Desde mi perspectiva, he encontrado que esta teoría tiene validez en muchos casos. Personalmente, he experimentado cómo dedicar al menos dos meses a enfocarme en un hábito específico puede hacer una gran diferencia en mi capacidad para mantenerlo a largo plazo. Durante este período, la repetición constante y la incorporación del hábito en mi rutina diaria han sido cruciales para su establecimiento.
Sin embargo, también reconozco que la duración exacta para establecer un hábito puede variar según la complejidad del hábito, la consistencia en su práctica y la motivación personal. Algunos hábitos pueden arraigarse más rápido, mientras que otros pueden requerir más tiempo y esfuerzo.
Lo más importante en todo este proceso es la perseverancia y la paciencia. Celebrar cada pequeño avance y mantener el enfoque en los beneficios a largo plazo del hábito deseado me ha ayudado a mantenerme motivado durante estos periodos de ajuste y aprendizaje. Esta comprensión me anima a seguir explorando cómo puedo integrar hábitos positivos en mi vida de manera efectiva y sostenible.