El Modelo de Kirkpatrick me resulta especialmente interesante porque ofrece una forma estructurada de evaluar la efectividad de un proceso de aprendizaje, desde la percepción inicial hasta el impacto real generado. Lo entiendo como una secuencia lógica de etapas necesarias para que una capacitación o experiencia de aprendizaje logre una transformación real en los participantes. A continuación, lo aplico a una situación concreta:
Meta: Lograr que los participantes de una evaluación desarrollen al menos un nuevo hábito al finalizar el proceso.
Reacción: Evaluar cómo se sienten los participantes respecto a la experiencia: ¿les resultó útil, motivadora, clara? ¿Están comprometidos con generar un cambio en sus hábitos?
Aprendizaje: Medir qué nuevos conocimientos, habilidades o actitudes han adquirido durante la evaluación. Por ejemplo: ¿cuántos hábitos tenían antes y cuántos han aprendido a formar?
Comportamiento: Observar si han comenzado a aplicar lo aprendido en su vida diaria. ¿Han cambiado sus rutinas, actitudes o decisiones como resultado directo de la experiencia?
Resultados: Verificar el logro final: ¿cuántos participantes lograron implementar al menos un nuevo hábito sostenible? ¿Hubo una mejora real y medible en sus vidas o entornos?