Después de conocer a fondo el método SMART, comprendí lo importante que es establecer objetivos bien definidos para no quedarnos solo con buenas intenciones. Muchas veces he comenzado proyectos personales o metas de estudio con mucho entusiasmo… pero sin una dirección clara. Y justo ahí es donde el método SMART cobra sentido.
Este enfoque me mostró que no basta con “querer aprender algo” o “ser mejor”, sino que debemos aterrizar esas metas: ¿qué quiero exactamente?, ¿cómo sabré que estoy avanzando?, ¿es realista?, ¿para qué me servirá?, ¿cuándo quiero lograrlo?
Me quedo especialmente con la frase de Séneca: "No hay viento favorable para quien no sabe dónde va." Porque sin una meta clara, cualquier esfuerzo termina siendo disperso y difícil de sostener.
Aplicar el método SMART no solo es útil para alcanzar metas académicas o profesionales, también es una herramienta valiosa para la vida cotidiana. Dividir un gran objetivo en pasos pequeños, medibles y con fechas definidas hace que todo sea más posible, más real… y nos mantiene motivados.