En esta clase aprendí que crear nuevos hábitos no es un proceso tan simple como seguir un número mágico de días, como se nos ha hecho creer en muchas ocasiones. Durante mucho tiempo se habló del mito de los 21 días, pero ahora entiendo que no existe un tiempo exacto para formar un hábito. Dependiendo de la persona y las circunstancias, puede llevar desde 18 días hasta varios meses.
Lo que más me resonó fue la idea de que no debemos caer en la trampa de pensar que, si fallamos en un día, todo el esfuerzo se pierde. Crear un hábito es un proceso continuo y a veces imperfecto, y no se trata de un todo o nada. Me hace sentir más motivado para ser paciente conmigo mismo y no frustrarme si no logro ser constante de inmediato. También valoro la importancia de las circunstancias, ya que el contexto en el que estamos puede hacer que sea más fácil o más difícil adoptar un nuevo hábito.
En resumen, la clave está en la disciplina y el enfoque, pero también en ser realistas y saber que la formación de un hábito es algo personal y que, aunque no sea rápido, lo importante es seguir avanzando.
