- Enfrento los desafíos como oportunidades de aprendizaje
En lugar de evitar tareas o situaciones difíciles, elijo verlas como una oportunidad para crecer. Por ejemplo, cuando me enfrento a un caso clínico complejo o a un desafío en mi rol docente, trato de enfocarme en lo que puedo aprender de la experiencia en lugar de sentirme abrumado.
Me pregunto: ¿Qué puedo sacar de esto para mejorar como profesional?
En mi día a día, esto significa participar activamente en cursos, aceptar críticas constructivas como un regalo para mejorar y llevar un pequeño registro donde reflexiono sobre los desafíos recientes que he superado y qué aprendí de ellos.
- Adopto la mentalidad de “todavía no”
He decidido dejar atrás frases como “no soy bueno en esto” o “no puedo hacerlo”. Ahora me digo: “Todavía no lo domino.” Por ejemplo, cuando me enfrento a nuevas herramientas como Python o a aprender una técnica diagnóstica avanzada, me recuerdo que el dominio requiere práctica y tiempo. Para poner esto en práctica, establezco pequeños objetivos semanales que me acerquen paso a paso a lo que quiero lograr. Celebro cada avance, por pequeño que sea, y reflexiono sobre cuánto he progresado, incluso si aún no alcanzo la meta final.
Con estos enfoques, me mantengo enfocado en que las habilidades se pueden desarrollar con esfuerzo, práctica y paciencia. Así, no solo supero barreras, sino que disfruto el proceso de aprendizaje continuo.