Medir nuestro aprendizaje y nuestras metas utilizando niveles específicos y sub-habilidades, desglosando tareas complejas en componentes manejables. Esto facilita la comprensión y consolidación del conocimiento, permitiendo una evaluación precisa del progreso. Por ejemplo, en el caso de leiamos de Alice, que desea aprender a hacer lasaña, se sugieren sub-habilidades como aprender a hacer la pasta, la salsa y cocinar la carne. Al medir el progreso en cada una de estas sub-habilidades, Alice puede identificar áreas que necesitan más atención y ajustar su plan de acción en consecuencia.
Además, la idea de evaluar el aprendizaje en intervalos regulares, como cada 10 días, para hacer ajustes necesarios en el plan de estudio. Esta evaluación incluye medir el tiempo dedicado, la satisfacción obtenida, y el impacto real del aprendizaje. Si Alice dedica 20 horas a su meta en los primeros 10 días pero siente que no entendió bien una parte del proceso, puede ajustar su enfoque para mejorar su comprensión en el siguiente intervalo. Este método permite un aprendizaje más flexible y adaptativo, asegurando que los objetivos sean alcanzables y el progreso sea continuo y medible.