Después de reflexionar sobre mi forma de aprender, me di cuenta de que tengo un estilo de aprendizaje acomodador. Me gusta primero entender las ideas viendo clases, escuchando o leyendo, pero lo que realmente me ayuda a comprender es ponerlo en práctica.
Aprendo mejor cuando puedo aplicar lo que estudio en algo real, como un proyecto o una actividad. Me gusta sentir que lo que aprendo tiene un propósito y un uso. Por eso, disfruto los retos, los ejercicios y todo lo que me permite actuar y experimentar.
Necesito hacer las cosas para asimilar mejor el conocimiento. Es ahí cuando todo empieza a tener sentido para mí.