Todo lo que pensamos, decimos y hacemos es el resultado de hábitos profundamente arraigados en nuestra mente a lo largo de años y años de comportamiento repetitivo. Son esos mismos hábitos los que nos ayudan a avanzar o limitan nuestro progreso. De hecho, la calidad de nuestra vida actual es el reflejo directo de esos hábitos diarios.
Despedirnos de nuestros malos hábitos y reemplazarlos por unos mejores no es nada fácil. Requiere compromiso, voluntad y un deseo arraigado de superar nuestras tendencias, en apariencia naturales, de pensar, sentir, hablar y actuar de cierta forma.