La disciplina inicia y mantiene hábitos, asegurando su repetición y adaptación. Los hábitos fortalecidos facilitan la disciplina, optimizando el esfuerzo cognitivo y motivando el desarrollo personal continuo. Por ejemplo para crear el hábito de hacer ejercicio, debo tener disciplina para ir al gimnasio, creando así una rutina inicial; si voy yendo de manera continua y constante el ejercicio se convierte en un hábito; una vez se haya creado el hábito la disciplina es necesaria para seguir adelante, así me sienta aburrido o desanimado. Por último si tengo en cuenta que este hábito mejora mi salud y bienestar, voy a reforzar la disciplina para continuar con otras actividades igual de beneficiosas.