Lo que aprendí en esta clase es que la verdadera productividad no depende de tener más tiempo o esperar el momento perfecto, sino de confiar en uno mismo, regular el estrés, y actuar con intención. El miedo al fracaso puede paralizarnos, pero con descanso adecuado, hábitos sostenibles y autocontrol, podemos mantener el rumbo sin dejarnos dominar por la ansiedad o la dilación. La clave está en comenzar con lo más importante, sin esperar una inspiración mágica, y cultivar la fuerza de voluntad como un músculo que se refuerza con cada pequeño paso.