A lo largo del curso comprendí mejor cómo funciona mi cerebro al aprender. Entendí que no se trata solo de repetir información, sino de cómo alterno entre dos modos mentales: el modo enfocado, que uso cuando me concentro intensamente en una tarea, y el modo difuso, que me permite hacer conexiones más creativas y profundas cuando descanso o me distraigo.
También identifiqué que muchas veces he tenido un mindset fijo, creyendo que ciertas habilidades no eran para mí. Ahora sé que con práctica, esfuerzo y enfoque, puedo desarrollar un mindset de crecimiento y mejorar en cualquier área si me lo propongo.
Aprendí que los momentos de ocio y descanso no son pérdida de tiempo, sino parte esencial del aprendizaje. Es en esos momentos cuando el cerebro procesa e integra lo aprendido.
Reconozco que cada persona aprende de forma distinta. En mi caso, tengo un formato de aprendizaje kinestésico, y necesito aplicar y experimentar lo que aprendo para que realmente se me quede.
La Pirámide de William Glasser me mostró que retengo mucho más cuando hago, enseño o aplico el conocimiento, y no solo cuando lo leo o escucho. Por otro lado, la Curva del Olvido de Ebbinghaus me ayudó a entender por qué olvido tan rápido si no repaso o practico lo aprendido de forma constante.
Antes solía usar el cramming, estudiar todo de golpe, especialmente antes de una evaluación. Ahora prefiero aplicar la práctica distribuida, organizando mis sesiones de estudio en pequeños bloques a lo largo del tiempo. Así retengo mejor la información y reduzco el estrés.