Aprendimos cómo surgió como una alternativa a los métodos tradicionales de gestión de proyectos, especialmente como respuesta a las limitaciones del modelo en cascada (Waterfall). Agile nació de la necesidad de contar con un método más dinámico, que permitiera a los equipos adaptarse rápidamente a los cambios y trabajar de forma más colaborativa.
Exploramos también de dónde vino: su origen se remonta a principios de los años 2000, cuando un grupo de expertos en desarrollo de software se reunió para crear un conjunto de principios que respondieran mejor a las demandas reales del mercado. Así nació el Manifiesto Ágil, un documento que sentó las bases de esta nueva forma de trabajar.
Vimos por qué las personas y las empresas comenzaron a adoptar Agile: porque ofrecía una forma más efectiva de responder a los cambios, reducir riesgos y entregar valor de manera continua. A diferencia de Waterfall, donde todo se planifica y se entrega al final, Agile permite avanzar en pequeñas fases, recibir retroalimentación constante y hacer mejoras durante el proceso.
Y, por último, entendimos qué hace a Agile diferente del modelo en cascada. Mientras que Waterfall es un proceso lineal y secuencial, Agile es iterativo, flexible y enfocado en la colaboración con el cliente. Esto hace que los equipos puedan reaccionar mejor ante lo inesperado y ajustar el rumbo si es necesario.