Adquirimos conocimientos de conceptos y posibilidades. Lo crucial de las concepciones es llevarlas a cabo. Es más trascendente abordar una dificultad que concebir respuestas para inconvenientes menores o innecesarios. Se debe considerar el atractivo del mercado objetivo, su magnitud, la disposición de los consumidores a aceptar nuestra propuesta de producto o servicio, verificar la similitud de los compradores potenciales para evitar una complejidad excesiva al ofrecer el servicio o fabricar el producto que satisfaga necesidades parecidas, y también examinar las leyes del país al que deseamos ingresar. Igualmente, es vital comprobar si el beneficio neto del negocio justifica el esfuerzo, es decir, si la inversión en comparación con los ingresos por ventas genera ganancias y sostenibilidad a largo plazo. Además, es importante analizar la frecuencia con la que los clientes comprarán y recomprarán nuestro producto o servicio, así como la situación de nuestra competencia con productos o servicios similares o alternativos, teniendo claro nuestro factor diferenciador y recordando que debemos superar en tres veces la calidad de lo que ya existe en el mercado. Centrarse en un segmento específico del mercado nos ayuda a enfocar nuestros esfuerzos.