Lo que vimos es que las creencias son convicciones personales que influyen en cómo actuamos y decidimos. No se trata de tener más disciplina, sino de dirigir mejor la que ya poseemos y aplicarla en los hábitos adecuados. El secreto está en elegir un hábito clave, mantenerlo el tiempo suficiente y darle constancia.
También entendimos que los procesos mentales, como aprender algo nuevo o adaptarse a la tecnología, requieren esfuerzo y energía, por lo que es fundamental administrarlos bien. Además, reflexionar sobre el día, tomar decisiones que nos beneficien, buscar maneras más eficientes de realizar las tareas y reservar espacio para el autocuidado nos permite optimizar la rutina y ganar más tiempo para lo que realmente importa.