Lo que aprendí en esta clase me hizo reflexionar profundamente sobre cómo gestiono mis hábitos y mi disciplina. La clave del éxito no está necesariamente en tener más disciplina, sino en dirigirla de manera efectiva. A menudo, subestimamos el poder de un buen hábito, y cómo una pequeña acción diaria puede convertirse en un cambio significativo a largo plazo.
Es interesante que el enfoque esté en elegir el hábito adecuado y darle el tiempo suficiente para consolidarlo. Muchas veces queremos que las cosas sucedan rápidamente, pero es crucial permitir que los hábitos se arraiguen y se conviertan en parte de nuestra rutina. Este proceso, aunque requiere esfuerzo cognitivo, no es solo una cuestión de disciplina, sino también de atención activa. Es un trabajo mental que exige energía, ya sea para aprender algo nuevo o para mejorar en tareas diarias.
También es fundamental reflexionar sobre el día. Al hacerlo, podemos tomar decisiones más alineadas con lo que realmente queremos y necesitamos. En ocasiones, no es solo sobre la productividad, sino también sobre cómo hacer las cosas de manera más eficiente. La idea de optimizar nuestras rutinas para liberarnos de tareas innecesarias y tener más tiempo para cuidarnos o para actividades que nos motiven es un cambio de perspectiva que me parece esencial.