El verdadero éxito no se puede ver.
Viene de dentro y es generado por la grandeza primaria, que naturalmente llega a quienes encarnan cualidades admirables como la integridad, el honor, la persistencia, la bondad y el compromiso con un propósito que trasciende lo personal.
La grandeza secundaria, por el contrario, se puede ver. Es la apariencia del éxito. El dinero y la fama y todos los símbolos de estatus que lo acompañan, desde los coches hasta los barcos y las casas.