Comparto la idea que tienes pero creo que a todos nos ha pasado eso de empezar un proyecto con todas las ganas del mundo, súper motivados, creyendo que la vamos a romper. Pero luego llega la parte difícil: los problemas, las dudas, o simplemente ese bajón de “¿será que puedo con esto?”. Y ahí es donde muchos empezamos a aflojar, a dejarlo de lado sin darnos cuenta. Si no tenemos claro por qué empezamos o qué queremos lograr, es bien fácil rendirse. Por eso es clave tener paciencia, no perder el rumbo y seguir adelante, aunque las cosas se pongan cuesta arriba. Al final, eso es lo que marca la diferencia. Quiza no siempre logremos todo lo que quisimos, pero algo bueno podemos sacar al final, un logro menor o en el peor de los casos una experiencia que solo nos ayude a entender en que y porque fallamos, para retroalimentarnos y no cometer los mismos errores en futuros proyectos.