Desde nuestra infancia, el aprendizaje se basa en la repetición. Cuando somos bebés, nuestros padres y personas a nuestro alrededor nos repiten palabras como "papá", "mamá" y "agua". Los niños, al escuchar estas palabras repetidamente, comienzan a repetirlas y, eventualmente, aprenden a hablar. Este mismo principio aplica al aprendizaje en general: debemos repetir la información una y otra vez para que se almacene de manera efectiva en nuestro cerebro y se vuelva casi automática. La Curva del Olvido nos recuerda la importancia de la repetición y la práctica continua para retener el conocimiento a largo plazo.