Como estudiante, madre soltera y trabajadora, mi vida es un constante acto de equilibrio. He trabajado arduamente para gestionar mi tiempo eficientemente, priorizando lo que más amo: mi hijo. A través de mucho esfuerzo, he llegado a un punto donde la organización me permite cumplir con mis obligaciones sin sentirme culpable cuando las cosas no salen según lo planeado.
Reconozco que no todos los días puedo hacer todo perfectamente, y eso está bien. Aprendí a manejar la frustración y a aceptar los altibajos como parte de mi realidad. Me enfoco en hacer lo mejor posible durante mis horas de trabajo y estudio, sabiendo que al final del día, lo más importante es el tiempo de calidad que paso con mi hijo.
Aunque el camino para llegar aquí no fue fácil, ahora puedo mirar mi agenda y saber que cada tarea, cada responsabilidad, está alineada con mis valores y metas. Y si algo no se cumple como esperaba, sé que es porque estoy dedicando tiempo a lo verdaderamente importante.