En otras palabras, para manejar nuestras responsabilidades de manera efectiva, es crucial establecer un orden de importancia para nuestras actividades. Inicialmente, definimos el proyecto y el resultado final deseado para resolver el problema rápidamente. Después, desglosamos el proceso en pasos más pequeños, enfocándonos en las tareas de mayor relevancia.
Por ejemplo, darle prioridad a "dormir" antes que a "cocinar" asegura que mantengamos un flujo de trabajo eficiente y que las tareas esenciales se atiendan primero.