Desde que decidí cultivar el enfoque, mi vida comenzó a cambiar de formas que nunca anticipé. Al principio, creí que se trataba solo de ser más productivo, pero descubrí que el verdadero regalo estaba en la libertad que genera la claridad mental.
Cuando me enfoco, el tiempo deja de escapárseme de las manos. Esas tareas que antes me tomaban horas ahora las resuelvo en minutos, porque mi mente no salta constantemente entre distracciones. El código que escribo tiene menos errores, los proyectos avanzan sin necesidad de rehacerlos, y hasta los emails los respondo con precisión, sin dar vueltas innecesarias.