El caso de Juan me enseñó que planificar o tener entusiasmo no garantiza una transformación real. Es necesario tener claridad sobre el esfuerzo que implica sostener un cambio en la práctica. Juan se sentía estancado porque no puso en marcha estrategias concretas, ni fortaleció su fuerza de voluntad para enfrentar las dificultades. La rutina repetitiva, el exceso de confianza, los pensamientos negativos y la negligencia del descanso fueron factores que contribuyeron a su desmotivación. Comprendí que el verdadero cambio requiere identificar las causas profundas, hacer preguntas honestas sobre lo que realmente queremos y buscar alternativas que se ajusten a nuestro contexto, para así construir hábitos que se mantengan en el tiempo.