La memoria anteriormente se tomaba como una habilidad indispensable para el profesional, una persona con buena memoria tenía un abanico de posibilidades que para la época era de muy difícil acceso. Los procesos dentro de la industria y a veces fuera de esta estaban totalmente basados en la capacidad que tenía el empleado de recordar largas secuencias de números o párrafos de manuales o textos que hablaban sobre la labor ejercida en el momento. Actualmente la memoria ya quedó en un rol secundario, se le ha dado mayor prioridad a la capacidad de raciocinio que tiene una persona a la hora de enfrentarse a una situación, sin desmeritar el hecho de que esta posea una muy buena memoria o que se sepa al pie de la letra cada una de las clausulas necesarias para poder llevar acabo una tarea de manera exitosa. El análisis o el carácter pragmático del conocimiento reemplazó totalmente la literalidad, algo que, desde mi perspectiva, fue un avance para la educación, ya que se nos prepara no para aprender el concepto especifico y quedarnos solo con palabras huecas sino para pensar sobre lo aprendido, interiorizarlo y aplicarlo a cada una de los aspectos de la vida.
Dejamos de tragar por completo el contenido y vomitarlo en el examen para empezar a digerir pedazo a pedazo y aprovechar sus nutrientes al máximo.