La práctica distribuida es mejor para el proceso de aprendizaje porque implica espaciar las sesiones de estudio o práctica en el tiempo, lo que mejora la retención y comprensión a largo plazo. Este enfoque permite al cerebro consolidar la información de manera más efectiva entre sesiones, fortaleciendo las conexiones neuronales y facilitando el recuerdo. En cambio, el "cramming" o práctica intensiva en poco tiempo puede llevar a una sobrecarga cognitiva y a un aprendizaje superficial que se olvida rápidamente. La práctica distribuida fomenta un aprendizaje más profundo y sostenible, ideal para adquirir habilidades y conocimientos de forma duradera.