El mundo laboral experimentó un cambio radical a partir de la pandemia por COVID-19. Muchas prácticas que antes se consideraban indispensables fueron cuestionadas, y quedó en evidencia que parte de la supuesta productividad era en realidad una simulación.
En el ámbito de las humanidades y las ciencias sociales, por ejemplo, la obsesión por las reuniones presenciales disminuyó significativamente, aunque aún persisten figuras de autoridad que, desde la ansiedad por el control, insisten en mantener esquemas presenciales, es evidente que la virtualidad demostró ser igual o incluso más eficiente en muchos casos.
Se ha reducido la tolerancia a los correos electrónicos excesivamente largos o innecesarios, que antes eran vistos como parte del protocolo profesional, pero que hoy se reconocen como formas poco efectivas de comunicación pues ahora contamos con herramientas para seguimiento de proyectos más eficientes como trello y demás.